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Un canino, que acompaña a su amo, estudiante de Gastronomía, es la sensación en los pasillos de la U.

A las 6:00 de la mañana, como cualquier cristiano más, estudiante de la Universitaria Agustiniana, llega, se acomoda en un espacio en donde no golpee tanto el frío, pero sobre todo en donde le dé visibilidad hacia el salón donde está su amo, allí se echa a esperar, una o dos horas, a veces hasta más.

Como dirían las mamás, no lo desampara ni de noche ni de día, no recibe clases porque no lo dejan entrar, pero sí acompaña a su amo, el tiempo que sea necesario.

Apolo, con ochos años de edad, es nuestro hachico colombiano, acompaña a Andrés Andrade, estudiante de sexto semestre de Gastronomía hasta la UNIAGUSTINIANA, desde Ciudadela Colsubsidio, cerca de la 80, en donde viven.

Mientras está en el Campus Tagaste, todo el mundo tiene que ver con él, se le acercan, lo saludan y él tiembla del susto, porque según su amo, es tímido y solo se siente con confianza cuando está con él.

“La idea de traer a Apolo es que salga y dé una vuelta, salimos por la ciclo ruta, cruzamos por el vivero y cogemos la Mutis, de ahí la Cali hasta la universidad; él me acompaña mientras yo voy en bici, lo protejo mucho, aunque él siempre se va al lado mío”, cuenta Fabián.

Cuando llegan a la Universitaria, Fabián le dice donde quedarse y él ya sabe qué hacer, echarse a esperar que su amo termine de estudiar para regresar juntos a casa.

Pero no solo hasta la Universitaria lo acompaña, dice Fabián que también va con él a los centros comerciales, en todo momento está a su lado.

Fabián confiesa no haber visto la película inspirada en Hachico, un perro asiático que muere en una estación del tren, mientras espera a su amo de regreso, a quien siempre acompañada antes de cada viaje. Dice Fabián que ya le contaron la historia y su triste final y por eso prefiere evitarse el momento.

“Pienso y temo en aquel día en que Apolo no pueda acompañarme a la U, ya sea porque él no esté o yo llegue a faltar, es un sentimiento duro de poder asimilar”.

Apolo fue adoptado de un criadero en Cajicá, desde pequeño se mostró como un perro muy calmado y noble, y es que esa nobleza se nota en sus ojos mientras lo observa desde la entrada principal, hacia el salón.

“Respecto a que la gente no le gusten los animales, es un tema que respeto, pero no por ello deben agredirlos, ojala todo el mundo tuviera un perro, nadie sabe lo que es esto, hasta que no se comparte con uno”, concluye el Uniagustiniano.

Una vez sale Fabián de clases y de lejos lo ve llegar, Apolo se pone en pie y celebra como si hubieran pasado días sin ver a quien le da de comer, a ese ser de un metro con 80 que lo cuida, pero sobre todo, con quien comparte un amor incondicional.